miércoles, 25 de abril de 2012

Jesús Armando


Ángel Domingo Martínez lapsusca@gmail.com

 Cuando nombramos a nuestros amigos por sus dos nombres de pila, ya sea “energizer” o “rayovac”, le estamos tomando el pelo o lo hacemos por cariño. Cuando nuestra mamá nos llamaba con ellos mismos era porque habíamos cometido algún desafuero. Cambiaba el “Dominguito”, por el ven acá…Ángel Domingo, fueron muy contadas las veces cuando la mía tuvo que hacerlo, casi nunca le di motivos para ello. Sin embargo este amigo que aparece en el título de este espacio tampoco ha cometido ningún desafuero, es que a lo mejor algunos no lo conocen por esos nombres, como a Luís Alberto “El Canario” o a Omar Enrique “el merenguero”, pero Jesús Armando igual que los anteriores también es artista, un artista que ha asumido con gallardía “su barranco”. También canta, no como el canario, pero lo hemos oído hacer en un “englishñol” que me recuerda las clases de inglés de los primero años. Lo hace a petición de la audiencia en reuniones de amigos donde la bohemia barquisimetana a veces se reúne para celebrar cualquier cosa. Espontáneo al saludo y al abrazo cordial, sin pretensiones de divo, ha generado un poder de convocatoria que me hizo dedicarle estas líneas y estos comentarios. Al solo anuncio de su presencia en el Museo Barquisimeto, una variada y nutrida representación de la sociedad larense se dio cita para acompañarlo, mientras en la Capilla San Miguel, en otra actividad, se escapaban notas musicales y aplausos que inundaban el ambiente, Jesús Armando daba abrazos de agradecimiento. Pero mejor que cantar y abrazar lo sobresaliente que sabe hacer es pintar. Dicen las malas lenguas que antes de pintar vendía carros, por mi parte lo conozco desde siempre como pintor, en mis archivos aparece una y otra vez, en exposiciones, con un pincel y una paleta de colores en las manos, con el correr de los años y la veteranía que da la práctica constante ha ido depurando y perfeccionando su técnica, que lo ubica entre los preferidos de la crítica nacional. Su paisajismo dedicado, casi en su totalidad, al Valle del Turbio, con sus brumas de amaneceres, o quizá de atardeceres, sin nuestros hermosos crepúsculos, pasando por lo figurativo del aspecto religioso donde ubica sacerdotes, monaguillos y feligreses que acompañan a la patrona barquisimetana, y que deja plasmado en el mural de la Av. Venezuela, lo llevaron y lo mantienen en la cima de la plástica larense. Le siguieron una serie de “quemas”, donde las brumas se alejaron del paisaje para representar el residuo resultante del humo y el fuego que destruye bosques y sabanas, quizá por la irresponsabilidad del hombre. Jesús Armando se presenta en la cita de “la casa grande” de la ciudad con la serie “barrancas” un homenaje que hace el artista a su maestro Ramón Díaz Lugo, luego de 40 años de actividad artística, donde desde diferentes ángulos visualiza y estampa en sus lienzos lo rústico del paraje, lo pendiente del terreno, que se quiebra formando profundas grietas que se mezclan en agradables visiones creadas con la magia de los colores y que a su vez invitan a velar por lo ecológico con sentido humano. Jesús Armando es así, un artista popular, afable, creador, que investiga e indaga cada día lo más profundo de la plástica y donde todos le conocemos simplemente como, Villalón.

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