Lapsus Calami
Aquí hace hambre
lapsuca @gmail.com
Mi querido hermano “camarada”, llegamos al límite, da pena
decirlo y peor aún escribirlo para que se entere mucha gente, entre ellos
familiares y amigos muy queridos ambos, pero no sé, tengo una especie de rabia
o de sentimiento reprimido una u otra, no importa. Esta madrugada me desperté
como siempre y me puse a analizar la
situación, no solo mía, sino del país. Ayer me tocó comprar una bolsita de
azúcar y otra de café, las dos de 100 gramos, porque el dinero no me alcanzaba
para más y recordé la época cuando niño que iba a la bodeguita que quedaba
cerca de casa a comprar, algo similar, papelón y queso, un real del uno y
bolívar del otro, para cubrir los faltantes del mercado que mamá hacía
semanalmente. Así era la vida de muchos venezolanos hace 70 años, pero aquello alcanzaba para varios días y así se
pasaba la vida, pero decidimos salir de la pobreza y a nuestra manera
comenzamos a dar pasos unos cortos y otros largos.
Voy a utilizar este
escrito como una confesión de parte, éramos pobres de extracto social bajo,
pero mal que bien comíamos, no recuerdo haberme quedado algún día sin comer, a
pesar de que éramos cinco hermanos, un padre enfermo, una madre, una abuela,
una tía y un tío de vez en cuando y algún primo o prima por cierta temporada.
Todos comían, nunca perrarina, mamá decía: donde comen cinco, comen seis. No
quiero con esto dar lástima, ni muchos menos, porque he escuchado de voz de
algún otro vecino o conocido, historias semejantes y hasta más tristes. Estoy
llegando a una edad de tres cuartos de siglo,
vivo con mi hermana Rosa, cinco años menor que yo, a lo mejor me pongo
romántico y es comprensible, así somos las personas de la tercera edad. Nunca
habíamos vivido algo similar.
Mi capacidad
intelectual no me dio para acumular bienes de fortuna y riqueza, aunque hice el
intento, y lo poco o mucho que conseguí en esta vida me sirvió para vivir cómodamente
como una persona normal de la clase social media, en el año 84 compré un
vehículo último modelo, el mejor de la plaza en ese momento, un Century de
lujo. Ya antes había tenido un Volkswagen usado, un Opel y un Ford Zephir. Viajé
cuatro veces al Imperio, dos a Disneyworld, dos a Europa, Lisboa y Madrid, una
al lejano Oriente, Japón, Hong Kong, Tahilandia, estuve en México, Costa Rica,
las islas del Caribe y a la vecina Colombia, gracias a mi amigo “el Pajarito” Dávila.
Quiero con esto hacer saber que no fue en socialismo cuando fuimos
reivindicados algunos pobres, muchos salimos gracias a nuestras capacidades y
esfuerzos. Entre mis confesiones debo significar que no soy universitario, me
daban pánico los exámenes y me dediqué a trabajar, pero me considero un autodidacta nato, mis
conocimientos me sirvieron para ser un publicista y locutor medianamente o
totalmente exitoso y un alto Ejecutivo por 15 años del principal diario del
estado Lara, como lo es El Impulso. Gracias a los Carmona.
Me gusta leer y escribir,
tengo una discreta biblioteca y sin pretensiones conozco la obra de Cervantes,
de Rousseau, Dostoievski, García Márquez,
Vargas Llosa y otra serie de intelectuales nacionales y extranjeros,
actualmente releo “El Señor Presidente” de Miguel Angel Asturias, buscando
alguna similitud con el nuestro, no la he conseguido, solo el “jalabolismo” y
la represión.
Ese descuido irreparable de no haber “amasado” una fortuna a
tiempo, y que a lo mejor, si lo hubiésemos hecho, igual se habría agotado con
esta irrefrenable inflación, nos puso a la disposición de un régimen que
utiliza una pensión y una bolsa o caja de un CLAP para “endulzarnos” la vida, una
bolsa que hemos visto y adquirido solo una vez, pero que con una política
económica equivocada y sin rectificación, hace que ya esa subvención se vuelva “sal
y agua” y muchas personas como nosotros ya estén pasando hambre.
Dentro de las ganancias que me dio la vida y que obtuve en
todo ese tiempo están tres hijos Angel, fuera del país, con su esposa e hija,
en Guayaquil, Ecuador, Alibeth, con su hijo y separada de su hija que ahora
vive en U.S.A y Patricia, todos, pendientes, todos me ayudan, nos ayudamos, pero
llega el momento en que ni esas ayudas son suficientes para superar la crisis y
veo en la actitud de estos gobernantes y de muchos de sus seguidores camaradas que
pretenden continuar viendo y viviendo en
un país destruido y que para ellos todo marcha a las mil maravillas. Se prendió el peo, dijo groseramente en
televisión el profesor Aristóbulo y van a defender a sangre y fuego su parcela
que de hecho ya perdieron. Si la mayoría prendió el peo, que el peo continúe.
Voy a tomarme un café. ¡¡Se cansa uno!!.